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jueves, 23 de abril de 2015

¿Quién fue Pantaleón Panduro?


Nació en San Pedro Tlaquepaque, Jalisco, el 27 de julio de 1847, hijo de Francisco Panduro Casillas y Juana Martínez Ríos. Es el máximo exponente en el país en la rama del retrato en barro, en el siglo XIX.

Es, hasta el quinto libro de bautismo en la Parroquia de San Pedro, cuando aparecen los primeros apellidos Panduro, tal es el caso de una abuela materna de Narciso Rosas en 1830.

No obstante que la obra de Don Pantaleón llego a trascender las fronteras nacionales suponen los expertos que algunas de sus piezas quizá, sean parte del inventario de museos de allende las fronteras. El poco caso que en la época se brindó a la importancia de la obra de Panduro, hace hoy difícil identificar sus piezas. Al paso de los años, su obra empezó a confundirse con las de sus hijos Timoteo y Ponciano, quienes heredaron de su señor padre la facilidad para modelar y acabar retratos y mono "tipo" del taller Panduro.



Cuando Pantaleón llega a este mundo, San Pedro está aún lejos de alcanzar a ser la gran Villa Alfarera que es hoy, si bien, ladrillos y tejas de muy buena calidad se hacen, todavía falta un toque de distinción a los productos para alcanzar a Tonalá, sin embargo, ya tiene muestras artesanales de unos monos llamados ahora “tipo” cuyas características antropomorfas empiezan a llamar la atención de expertos en esos campos.

Dicen que la miniatura se empieza a trabajar desde entonces, el caso es que ni los más viejos conoce a ciencia cierta en que momento Don Pantaleón, y quizá sus padres y hermanos, empiezan a destacar en ese sublime arte.

Expertos en la materia consideran que el premio ganado por El Gobierno del Estado de Jalisco, en la Exposición Universal, llevada a cabo en E.U.A. en 1886, en la categoría de “objetos de barro” “figuras y bustos de barro” fue gracias a piezas que modeló Pantaleón Panduro; sin embargo no hay información que así lo constate.

En 1888, el Diario de Jalisco informa que en Guadalajara se encuentra de visita el periodista E.H. Talbolt a quien Panduro le realiza un busto; otro dato que se suma a la serie de pistas es la siguiente afirmación acerca de las esculturas de Panduro escrita por Eduardo Gibbon, escritor y periodista mexicano, en 1893, “en ellas se encuentra la observación y el conocimiento de ciertas reglas muy precisas, que forman, digámoslo así, al verdadero artista y al correcto modelador, y de éste al escultor”. Aunada a esta serie de comentarios, otras fuentes también citan a Don Ventura Reyes y Zavala, se afirma que éste, en el año de 1882, en sus apuntes titulados Las Bellas Artes en Jalisco se refiere a Pantaleón Panduro y a otro escultor de barro, Guillermo Pajar, Pajarito, de quienes Ventura comenta: “Si un Cimabúe (maestro florentino de grandes artistas plásticos), los sorprendiera en su pajiza habitación, con un poco de barro entre sus toscos dedos, de los cuales sale al fin una bella figura, si los llevara consigo y los aleccionara, acaso vendrían a ser artistas de fama europea!”.

Si bien los datos duros acerca de Pantaleón Panduro se han perdido en el periodo que nos separa de su tiempo, hay un legado que habla por él y que permea hasta nuestros días; este legado se asienta en la dinastía de alfareros a la que dio inicio y cuyo eco resonó años después, en 1972, en una nota para El Informador de José Carrillo Nuño, (articulista de la época) quien escribió en un artículo alusivo al Museo Regional de la Cerámica, lo siguiente: “Las miniaturas del señor Ángel Carranza, los nacimientos de la familia Panduro y las caricaturas del señor Ángel Núñez han dado renombre mundial a la artesanía de Tlaquepaque”.

Panduro no sólo nos dejó la resonancia que su obra provocó en su época, o a su dinastía como herederos directos de su talento, también nos heredó piezas importantes que han quedado como la afirmación innegable de sus habilidades y que se encuentran albergadas en los muros del Museo que lleva su nombre. Murió el 8 de Agosto de 1909.

Información obtenida por el Ing. Bernardo Carlos Casas
Cronista Municipal

Historia del Centro Cultural "El Refugio"


El antiguo hospital y casas de ejercicios El Refugio está ahora convertido en la Casa de la Cultura de San Pedro Tlaquepaque. El Centro Cultural El Refugio ocupa toda una manzana en el centro histórico de la Villa Alfarera, lo circundan las calles Florida por el norte, Donato Guerra por el sur, Prisciliano Sánchez por el oriente y Contreras Medellín por el poniente, en sus interiores se conserva el Museo Pantaleón Panduro que alberga las piezas ganadoras del Premio Nacional de la Cerámica; también se haya una Escuela de Artes Plásticas y el área comercial donde se tienen regularmente exposiciones de toda índole. Se cuenta con un cine foro con una capacidad de 200 personas.  Se tienen tres murales.  El más antiguo de Guillermo Chávez Vegas en la Capilla y ahí mismo, en los muros de la entrada uno de Jesús Carrillo. El otro se localiza en el área comercial, es respecto al Bicentenario y es de la autoría de Rafael Ramírez. Cada miércoles se llevan a cabo recorridos nocturnos en donde se escenifican las leyendas que sobre este antiguo nosocomio se platican de generación en generación.

Entrando un poco a la historia de este lugar sabemos por documentos que existen en los archivos de la parroquia, el archivo del Arzobispado y la escritura del propio lugar, los datos siguientes: El más antiguo testimonio escrito se remite hasta el 20 de agosto de 1884, cuando Doña Francisca Martínez Negrete, viuda del señor Agapito Fernández Somellera, compra en doscientos treinta pesos una finca en la manzana 78, a la señora Margarita Veles y a su hija Marta Apodaca. El mismo día la señora Josefa Martínez Negrete y su esposo Justo Fernández del Valle compran en ochenta pesos una finca en la misma manzana, a José María Cano y a su esposa Gumersinda Amador.

El Refugio se empezó a construir por la capilla,  después de 1885, a según se lee en esos documentos. El 14 de marzo del mismo año Argüello recibió con beneplácito, -seguramente-, la agradable afirmación: Le concedían el permiso.

 “Como lo pide el Pbro. D. Luis Argüello en su anterior oficio expídase la licencia en forma en los términos de costumbre para la construcción de la capilla en la casa de ejercicios de que se hace mérito, comisionándose a nuestro Srio. de Cámara y gobierno, canónigo D. Jacinto López, para que de acuerdo con el Sr. Cura de San Pedro, BENDIGA Y COLOQUE la prime piedra de la capilla de que se trata, según las prescripciones y ritos de la Santa Iglesia“. Firman Pedro Loza y Pardavé, obispo. Jacinto López, secretario.


Por  muchos años la sociedad cultural de Tlaquepaque sostuvo que El Refugio se terminó de construir en 1859, dado que ese año se halla grabado en piedra angular de la puerta principal de entrada por Donato Guerra. Hay, sin embargo estos considerandos: a) ese año la Guerra de Tres Años entró en su etapa más crítica, todos tenían los ojos puestos en la contienda entre liberales y conservadores. b) los libros de la parroquia no mencionan en absoluto la obra en ese lapso de 1859 a 1885, no obstante la ingerencia pía de uno de sus miembros prominentes Fray Luis Arguello. c) si en 1859 hubiera estado levantado El Refugio, refugio mejor no hubiera habido para los habitantes de Guadalajara, que cansados de esa guerra, izaron bandera blanca y pidieron asilo en San Pedro y aquí fueron alojados en la plaza de toros y en el templo de la Soledad. Tenemos esta teoría: La fecha de 1859 corresponde a la fachada de la casa que ya existía en la esquina de Donato Guerra y Prisciliano Sánchez, propiedad de la señora Margarita Veles a quién compró Francisca Martínez Negrete. Esta señora, al ver la hermosa fachada la dejó como puerta principal del Refugio, después de hacerle varios arreglos.

El 15 de marzo de 1893, lo señala Ortega, el padre don Luis pide autorización para bendecir la capilla, en estos términos: “Ilmo. Y Rvmo. Sr. Arzobispo: estando concluida la casa de ejercicios y capilla y teniendo todos los paramentos sagrados y demás cosas necesarias para el santo sacrificio de la misa, suplico a V:S:Y: me conceda el que el día de nuestra señora de los Dolores, que es la titular de esta villa, sea la bendición de esta capilla y por no poder estar VSY (vuestra señoría ilustrísima) por sus grandes ocupaciones, dígnese señalar al sacerdote que le parezca conveniente. San Pedro, 15 de marzo de 1893”


Guadalajara marzo 20 de 1893 como lo pide libérese la licencia en forma y en los términos de estilo para la bendición y dedicación de la capilla de la casa de ejercicios de que se trata comisionándose al Sr. Deán Dr. D. Francisco Arias y Cárdenas para que se sirva hacer dicha bendición el ilustrísimo y reverendísimo Sr. Arzobispo lo decreto y firmo Pedro Loza y Pardavé


El Hospital cerró sus puertas el 31 de mayo de 1979 según el periódico local El Jonrón. Quedó así el edificio abandonado hasta que lo rescato el H. Ayuntamiento que presidió el Lic. Porfirio Cortés Silva. La remodelación la llevó a cabo el Arq. Alejandro Zhon en 1984, de esta manera se convirtió en Casa de la Cultura.


Información proporcionada por Ing. Bernardo Carlos Casas

Cronista Municipal

Antecedentes de Tlaquepaque



En 1548, el naciente pueblo de indios de San Pedro, tuvo por necesidad que contar con los utensilios de alfarería básicos, para facilitar su forma de vida y , por ende, debió dedicarse a fabricar los más elementales cacharros: ollas, cazuelas, comales, etc.

Urgando sobre el origen alfarero de esta población, encontraremos que –al principio- este quehacer se dio solo como una solución a sus necesidades, y no como un trabajo cotidiano, lo cual podremos comprobar si examinamos con minuciosidad su historia.
A lo largo de los siglos XVI, XVII y casi todo el XVIII, no hubo historiador alguno que dejara consignado que San pedro fuera un pueblo alfarero y mucho menos que esta población estuviera sentada sobre buen barro (como algunos hoy afirman).

Visto esto deduciremos que la cercanía de San Pedro con el sí prehispánicamente alfarero pueblo de Tonalá, solucionó esas carencias por más de 200 años.

Debido a la influencia de muchos alfareros tonaltecas avecinados aquí, fue que los sanpedrenses se avocaron a la práctica de la alfarería, -ya de manera cotidiana- como una actividad económica que viniera a aumentar sus recursos.

Antecedentes de labores alfareras en San Pedro, se anotan hasta el año 1772, cuando D. Agapito Martínez, alcalde mayor de Tonalá, elaboró un mapa de su jurisdicción, donde señala que San Pedro es un pueblo cuyo “…trato es hacer losa vidriada y ladrillos”. (“Carta histórica de la Nueva Galicia” pag. 318).

Es pues a finales del S.XVIII, que vemos ya extendida la labor alfarera de este lugar hacia el desarrollo de la cerámica, esto es: la elaboración de objetos como: ladrillos para pisos y azoteas, tubos para cañerías y tejas; faceta de la cerámica, que muchos coterráneos hoy continúan.

También por estos años, el ceramista local comienza fabricar objetos para rematar la arquitectura de las suntuosas casas de Guadalajara y sus alrededores, adornándolas con balaustradas, gárgolas, jarrones y medallones de gran manufactura. Y es a partir de 1850 cuando el término alfarero  y ceramista se convierte en escultor, al elaborar perfectas obras escultóricas como: estatuas, relieves, bustos, retratos, etc. Llegando su arte a ámbitos como Europa y Norteamérica, siendo el pionero y máximo exponente D. Pantaleón Panduro, seguido por D. Guillermo Pájar y D. Remigio Grande de Tonalá.

Ernesto Briseño Hernández

Archivo Histórico Municipal